domingo, 18 de marzo de 2007

TECNOLOGÍA: El Dios Que Cojea



Todos reconocemos que como resultado de la tecnología, nuestra calidad de vida ha mejorado. Sin embargo, muchas personas, en especial la gente mayor, sienten de lgún modo nostalgia por los “buenos viejos tiempos”. Pero la vida era muy limitada y limitante en aquellos días. Por ejemplo:

• La escasez de conocimiento médico y de condiciones sanitarias provocaba numerosas muertes debido a heridas menores y a la carencia de antibióticos.
• En Inglaterra, la esperanza de vida de un obrero durante los primeros años de la Revolución Industrial era de 32 años.
• En 1900, 4 millones de libras de guano de caballo sepultaban a la ciudad de Nueva York cada día. Debido a su aire cargado de bacterias, la tuberculosis era frecuente y no disminuyó sino hasta que la población equina bajó durante los años 20 y, con ello, el recuento de bacterias suspendidas en el aire. • Además de peligrosas, las lámparas a kerosén daban poca luz.

Si los buenos viejos tiempos no eran tan buenos, ¿qué es eso que la gente extraña? ¿Quizá un ritmo de vida menos apresurado, o sencillamente un tiempo en que tenían más energía e interés por la vida, sus preocupaciones personales eran menos, las estaciones de radio tocaban su música favorita y sus amigos estaban aún vivos?. Por el contrario, el siglo XX fue ciertamente un período de descubrimientos científicos y de avances tecnológicos. Sólo considere:
• El primer automóvil producido en serie.
• La primera radio y la primera televisión.
• El primer aeroplano.
• El primer rayo X para diagnóstico médico.
• La primera película sonora.
• El descubrimiento y refinamiento de los antibióticos, de los que sobresale la penicilina.
• La primera .<bomba atómica y la primera de hidrógeno
• El primer satélite artificial.
• El primer trasplante de órganos.
• La primera cirugía a corazón abierto
y la primera quimioterapia.
• El primer ser humano caminando sobre la luna.
• La primera vez en utilizarse .<fibra óptica
para transmitir voz e imágenes.
• La primera vez en utilizarse el láser para las comunicaciones, el corte de materiales y la cirugía.
• El primer computador personal.

Y la lista continúa. El punto simplemente es que la tecnología se expandió, durante el siglo pasado, en muchos frentes a un ritmo sin precedentes en la historia. En muchos, por no decir en la mayoría de los casos, los avances tecnológicos fueron evolutivos, fueron el resultado del refinamiento, extensión y/o expansión de tecnologías previas.

Sin embargo, algunas ideas revolucionarias ocuparon, de igual modo, los encabezados de la prensa del siglo XX: el dominio del vuelo, el despliegue satelital y de cohetes de distinta clase; la digitalización de las señales electrónicas y el uso de la luz para transportar la palabra oral; la .<imagenología de resonancia magnética y otras modalidades de escáner; una cantidad de avances en la medicina tales como el trasplante de órganos, los antibióticos, la cirugía plástica y, hoy en día, la .<ingeniería genética. ¿Por qué razón este siglo fue tan fértil para el desarrollo de nuevas tecnologías y para la extensión de las antiguas? Ciertamente, en gran medida esto se debió tanto a las mejoras en los materiales básicos tales como los metales, los plásticos, el vidrio, las telas y las aleaciones de todo tipo, como a las consecuentes mejoras de los procesos y de la precisión con que tomaron forma y se manipularon estos materiales. Otro factor que contribuyó al crecimiento tecnológico fue el darse cuenta que una tecnología desarrollada recientemente podría tener más aplicaciones que las que suponía su diseño original, las variadas aplicaciones del láser: desde los sistemas de guía militar hasta los lectores de código de barras del supermercado, desde la vaporización de las amígdalas y la .<cirugía artroscópica hasta la nivelación del banco de un torno o de pantallas de proyección para transmitir música o imágenes a través de fibras ópticas. Con mucho, el motivador primario del desarrollo tecnológico ha sido el sistema de libre empresa y la economía conducida a través del mercado, el motivo del lucro.

Neil Postman (1) proporciona una excelente perspectiva para examinar la forma en que la historia se ha preparado para este siglo y nuestras cambiantes actitudes hacia la tecnología a través del tiempo. Postman sugirió que las culturas se pueden clasificar en tres tipos: culturas que utilizan herramientas, .<tecnocracias y .<tecnópolis. Las culturas que utilizan herramientas, todas las anteriores al siglo XVII, utilizaron herramientas para hacer dos cosas: resolver problemas de la vida
física urgentes y específicos, tales como el uso del poder hidráulico, los molinos de viento y el arado de arrastre; o para ser de utilidad en el simbólico mundo de las artes, la política y la religión, al igual que en la construcción de castillos y catedrales, y en el desarrollo del reloj mecánico. Estas creencias “condujeron a la invención de las herramientas y limitaron su aplicación a aquellas para las que fueron concebidas”.


Sin embargo, en las tecnocracias las herramientas juegan un papel de creciente importancia en el modo de pensar de la gente. Todo debe dar paso, en alguna medida, a su desarrollo. El mundo social y el simbólico estuvieron cada vez más sujetos a los requerimientos de tal desarrollo. Las herramientas no se integran a la cultura, más bien la atacan. Ellas se proponen convertirse en la cultura y, como consecuencia de ello, la tradición, las costumbres sociales, los mitos, la política, los rituales y la religión deben luchar por sobrevivir. Copérnico, Kepler y Galileo llevaron la cultura hacia la tecnocracia, situando en el lugar preciso la dinamita que haría volar la teología y la metafísica del mundo medieval. Newton encendió el detonador. Francis Bacon expandió este punto de vista al sostener que la ciencia tiene como único objetivo dotar al ser humano de nuevos inventos y riquezas. Postman se dio cuenta que a esta postura le tomó alrededor de 150 años invadir el mundo moderno.


Con el avance de la Revolución Industrial, el conocimiento científico y técnico se expandió, y se construyeron máquinas cada vez más complejas y poderosas. Para finales del siglo XIX dos “visiones opuestas de mundo –la tecnológica y la tradicional- coexistían en una inquietante tensión”, no obstante la visión tecnológica de mundo fue más fuerte y eventualmente conduciría hacia una tecnópolis. De la misma forma en que Aldous Huxley lo describiera en su libro Brave New World (Un mundo feliz), la tecnópolis elimina todas las alternativas existentes fuera de sí misma. No las pone en la ilegalidad ni las hace inmorales, ni siquiera las desprestigia. Las vuelve invisibles y, a partir de ahí, irrelevantes, lo que consigue redefiniendo lo que entendemos por religión, por arte, por familia, por política, por historia, por verdad, por privacidad, por inteligencia, de tal modo que nuestros conceptos calcen en sus nuevos requerimientos. En otras palabras, la tecnópolis es una tecnocracia totalitaria. Esta fe en la tecnología se vio reforzada de distintos modos por los escritos y enseñanzas de Nietzsche (Dios está muerto), Darwin, Marx, Freud, Watson (el libre albedrío es una ilusión) y Einstein (todo es relativo). Perdimos, de este modo, la fe en nuestros sistemas de credo.

Los únicos seguros y confiables fueron los productos de la tecnología. Hoy en día, en el corto plazo, podemos dar cuenta de los cambios que señala Postman en aquellas sociedades que de algún modo han estado aisladas y que hoy están recibiendo tecnología. Un ejemplo de ello (2) son los esquimales Inupiat que viven en la isla de Little Diomede, quienes por tener hoy acceso a la televisión vía satélite ven cómo muchos de sus más jóvenes aldeanos abandonan la ropa tradicional y prefieren las sudaderas. El desafío para los pueblos nativos del Artico y los del resto del mundo es admitir lo mejor que el mundo moderno pueda ofrecer y beneficiarse de ello, mientras mantienen los valores y el conocimiento de su propia cultura, es decir, caminar entre dos mundos. La tecnología ha tenido un efecto destructivo sobre muchas tradiciones y rituales. “América” escribió W. I.
Thompson, “es un Umwelt* electrónico en que la historia es reemplazada por películas, la educación por diversión y la naturaleza por tecnología”. Él se dio cuenta que se dejó de cantar en los bares en el momento en que se instalaron televisores3. ¿Acabarán a la larga fusionándose todas las culturas en una? ¿Desaparecerán las distinciones culturales? ¿Qué otros patrones y rituales sociales
han desaparecido, o están desapareciendo, a causa de nuestras opciones tecnológicas4?

A menudo, como mediadora entre nosotros y la naturaleza, la tecnología ha alterado de forma significativa casi todos los aspectos de nuestro diario vivir. Es probable que no consideremos rituales las cosas que hacemos cada día como rutina, sin embargo, muchas de ellas cumplen en realidad una función ritual para nosotros: la forma en que nos alistamos para dormir, en que preparamos el café en la mañana, en que lavamos nuestro cabello, en que cepillamos nuestros dientes o preparamos la comida. En los últimos años, debido a la importancia creciente de la electrónica, la tecnología ha tendido a presentar un efecto nivelador en nuestras vidas. En el ámbito personal observamos que, mientras la gente se hace cada vez más dependiente de la tecnología, muchos pierden la capacidad y el conocimiento para realizar una variedad procesos físicos y mentales básicos que para la mayoría en el pasado eran normales.

El diseño de nuestros productos ha sustituido los movimientos sin sentido a través de los aspectos físicos de los procedimientos. De igual modo, nuestras vidas personales se han visto afectadas por los cambios totales que han tomado lugar en nuestra cultura. S. Bertman 5 ve una cantidad de efectos negativos, tanto sociológicos como psicológicos, provenientes de la “hipercultura” en que vivimos, la que se define como una cultura cuyo rasgo más distintivo es una velocidad patológica y autojustificante, totalmente contraria a los valores humanos. En una cultura tal, los así llamados comportamientos desviados, que incluyen los actos violentos y criminales, no son considerados anormales sino coherentes con la meta más alta de la sociedad: Obtén tanto como puedas, tan rápido como te sea posible. Bertman sostiene que muchas de las actividades humanas, tales como desarrollar relaciones, requieren de compromiso, autosacrificio, continuidad y tiempo. Sin embargo, la cultura de la alta velocidad y el poder del “ahora” están socavando el valor de estas experiencias. La hipercultura nos dice que la permanencia no existe, y que la gente debe ser evaluada en función del desempeño de un computador. Una discusión sobre la interfase tecnología- sociedad debe incluir además el reconocimiento de los aspectos ambientales de nuestras opciones tecnológicas.

Estas son bien conocidas por la mayoría, dada la actividad de los medios:
• Los accidentes automovilísticos son responsables de 3 millones de heridos y de alrededor de 40.000 muertes al año en los Estados Unidos, mientras que cada día, muchas personas pierden una hora o más avanzando lentamente en autos capaces de superar las cien millas por hora. De igual modo, el uso de combustibles fósiles es la causa de la lluvia ácida y de distintas amenazas para la salud.
• Algunos aditivos de .<plomo traetílico . para la gasolina, utilizados con el fin de incrementar su octanaje, se emiten a través del escape del automóvil. Hasta México, en forma reciente, comenzó a descontinuar la gasolina cargada de plomo. En aquella ciudad, 7 de cada 10 niños que nacen presentan niveles de plomo
en la sangre que exceden los umbrales de la O.M.S (6).
• El refrigerante perfecto, el clorofluorocarbono .<(freón) un triunfo humano sobre la naturaleza debido a que en ella este gas no existe, jugó un papel decisivo en el agotamiento de la capa de ozono.
• Las industrias de los Estados Unidos continúan usando entre 50.000 y 70.000 químicos, de los cuales sólo una fracción ha sido testeada por los organismos gubernamentales en cuanto a posibles riesgos para la salud. El uso de fertilizantes en base a nitrógeno en la agricultura a nivel mundial da como resultado niveles de nitrato por sobre lo normal en aguas superficiales y subterráneas, las que son utilizadas como suministros de agua municipal.
• Gran parte del calentamiento global se debe a la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera superior, la que tiene como causa el uso de combustibles fósiles y la destrucción de los bosques y la vegetación tropicales. Incluso los esquimales creen que el clima está calentándose dado que la permafrost, la capa de tierra por debajo de la superficie que está congelada en forma permanente, ha comenzado a derretirse, originando deslizamientos de tierra. (7)
• La competencia por el agua potable seguirá creciendo mientras la población en aumento requiera más agua fresca, la agricultura continúe irrigando y los recursos disminuyendo.

Algunas de las capas de agua subterránea han sido fuertemente bombeadas durante años y en ciertos lugares han sido seriamente agotadas. En lo referido a planificación, lo que se necesita es una evaluación crítica, completa y continua de los recursos disponibles, del consumo y degradación de ellos, de los requerimientos para aumentar el nivel de calidad de vida de todas las personas alrededor del globo y de la actual contaminación y sus proyecciones. Se deben considerar todos estos factores en el contexto de una población creciente y es necesario tomar acciones con el fin de lidiar con las necesidades que se identifiquen. Poca gente podría refutar la afirmación de que los humanos tenemos una capacidad innata para crear e inventar. La actual tecnología hace cada vez más borrosa la línea entre el ambiente natural y el que el ser humano ha fabricado. La tecnología, en su más básica definición, implica la modificación de un medio. Esto ha sido real desde el tiempo en que fue construido el primer refugio y en que se elaboró la primera herramienta y es tan vital para el papel de la actual tecnología que debe ser señalado. Los ejemplos nos rodean: desde el interruptor de luz y el .<termostato , hasta el auto en el garaje y un corazón mecánico. En la cultura que utiliza herramientas, la tecnología fue principalmente una respuesta a un medio hostil. La postura budista nos ayuda a entender el cambio que se ha dado con el paso del tiempo. Schumacher8 explicó, de acuerdo al pensamiento budista, que existen dos tipos de mecanizaciones que se deben distinguir claramente:
Una que mejora las habilidades y el poder humano, y otra que cambia el trabajo humano a un esclavo mecánico, dejando a la persona en una posición de tener que servir al esclavo...
Organizar el trabajo de manera tal que se vuelva sin sentido, aburrido, embrutecedor o que destroce los nervios del trabajador sería poco menos que criminal; sería indicador de un mayor interés por los bienes que por las personas, de una carencia malévola de compasión y de un grado de apego tal al lado más primitivo de esta existencia terrenal, que destruiría el alma. De hecho, la racionalidad de la tecnología nos ha esclavizado. Mientras nuestras tecnologías entregan una ilusión de independencia y libertad, han dictado la forma en que pensamos y llevamos a cabo nuestras actividades diarias. A pesar de ello, estamos
prendados de nuestra tecnología y trabajamos enfebrecidamente para garantizar que cada escolar aprenderá a utilizarla tan pronto como sea posible; ¿Por qué las tasas de depresión son más altas entre la gente que usa el computador una gran parte del tiempo comparadas con aquellos que lo utilizan menos9?


Nuestro problema no es la ausencia de controles poderosos, sino el hecho de que no logramos hacer uso apropiado de los que están disponibles10. Hoy en día, sin embargo, hemos “progresado” al segundo paso lógico: nos enorgullecemos al ser capaces de engañar a la gente haciéndoles pensar que lo que ven, tocan, oyen o huelen es auténtico cuando no lo es. Considere los recubrimientos plásticos con apariencia de madera para el amoblado, la superficie de un mostrador o un revestimiento vinílico; o muchos de nuestros alimentos que contienen colorantes y
saborizantes artificiales para que sepan y se vean como algo... Ya no podemos confiar en que las imágenes que vemos en televisión o en las revistas nos entregan la verdad. Mary Herte, una cirujano plástico especializada en implantes de mama, se sorprende cuando sus pacientes le dicen que lo único que quieren es verse naturales. “Yo sonrío y digo ‘no, no es así’. Las personas no comprenden que lo que desean es lucir como una mujer con implantes mamarios11”. La distinción entre lo que es natural y lo que es artificial, entre lo que es auténtico y lo que es un engaño, se está haciendo cada vez más borrosa. La Internet permite a un pedófilo de 52 años falsear su identidad por la de un enamorado joven de 16, acechando a niñas embaucables de 14 años deseosas de una relación íntima.
Tal vez el mayor de estos engaños es el nuestro, la postura cada vez más generalizada de que el proceso tecnológico es equivalente al progreso social, la creencia de que para cada problema que surge en la sociedad existe una solución tecnológica. “No te interpongas en el camino del progreso” es una frase común. Resulta lógico asumir que mientras más sofisticados se hacen nuestros sistemas tecnológicos, más seguros son. Sin embargo, la naturaleza de nuestros avanzados sistemas nos hace más vulnerables a un fenómeno conocido como Accidentes normales. Mientras más preciso es un sistema tecnológico, más vulnerable es a las
variaciones de los modos en que se manipula.

A decir verdad, la mayor parte de las fallas de diseño y de sistema son producto de errores humanos, sin embargo no todos los desastres tecnológicos ocurren como resultado de decisiones humanas. Por supuesto, la tecnología en sí puede fallar –existen autos con el motor ahogado a lo largo del costado de la carretera por razones distintas al error humano. Al haberse vuelto nuestros sistemas tecnológicos aun más complejos, más sistemas de seguridad se les ha debido instalar, y, sabiendo esto, a menudo los operadores son descuidados al momento de utilizar la tecnología. No obstante, esto también ha reducido el margen de error.

R. Stivers señala: “Hacia el siglo 20 la tecnología había comenzado a reemplazar al dinero como el principal objeto sagrado de la civilización occidental... [la gente creyó que] la tecnología, como último poder, es la solución a todos los problemas12”. Y K. Wiens lo explica diciendo “... la tecnología exhibe todas las características que esperaríamos encontrar en una deidad cultural de los tiempos modernos. En nuestros devotos sentimientos de reverencia, vemos a la tecnología como todopoderosa, aunque misericordiosa; la vemos como la fuente de nuestra salvación, y como nuestro ‘padre’ que nos da cuidado y protección. Sin embargo, la tecnología es también nuestra creación filial, y como tal se solaza de nuestra admiración paternal. Tal vez sea por esta razón que nuestra fe y amor por la tecnología es, si no ciega, al menos corta de vista. ¿Cómo podemos esperar ser objetivos al evaluar a un hijo? ¿o a una deidad?”13 No logramos separarnos a nosotros mismos de nuestros inventos. Considerar la tecnología como un dios es, en realidad, considerarnos a nosotros como el creador. Berry expresa una profunda preocupación al tomar en cuenta los cambios que han surgido desde 1950 en lo referente a nuestras actitudes acerca de nosotros mismos y de nuestro universo14. Cuando tenemos el poder de hacer copias de seres humanos por medio de la clonación, la capacidad de modificar animales y humanos a través de la manipulación genética y el conocimiento para crear vida en un laboratorio, hemos llegado. Él señaló que esta autopercepción nos ha llevado a pensar que tenemos el control del universo. Pero en realidad no tenemos ni el conocimiento ni la habilidad de manejar nuestro planeta o de crear vida humana. La devastación de nuestro medio ambiente demuestra tal hecho. “El comienzo de la sabiduría”, dice Berry, “es aceptarnos a nosotros mismos como miembros componentes de una comunidad terrestre mayor, e incluso del universo mismo, para luego aceptar nuestras instrucciones provenientes del mundo natural acerca de nosotros, y cumplir nuestro papel dentro de este contexto”


A. Emerson Wiens, Ph.D.,
Professor
Illinois State University,
Department of Industrial
Technology
Normal, IL 61790-5100, USA


1 Postman, N. (1993). Technopoly. Nueva York: Vintage Books
2. Mulvaney, K. (1999). Calentamiento ártico. LAPIS, issue eight, 15-18. * “Medio ambiente” en alemán.
3. Thompson, W.I. (1991). The American replacement of nature: The everyday acts and outrageous evolution of economic life. Nueva York: Doubleday Publishers.
4. Porciones de este artículo están tomadas de Wiens, A. E.,& Wiens K. S. (1996): Technology and the quality of life: Introductory perspectives (Tecnología y calidad de vida: Perspectivas introductorias). En R. L. Custer & A. E. Wiens (Eds), echnology and the quality of life, Peoria: Glencoe/ McGraw-Hill para The Council on Technology Teacher Education (Consejo sobre educación para docentes en tecnología).
5. Bertman, S. (1998) Hipercultura: El costo humano de la velocidad. The Futurist, 32(9).
6. French, H. F. (1990) Limpiando el aire. En L. Brown (Ed.), State of the world (El estado del mundo) - 1990, Nueva York: W. W. Norton para World Watch Institute.
7. Mulvany, ibid.
8. Schumacher, E. F. (1990). Economía Budista. En Technology and the Future (La tecnología y el futuro), A. H. Teich (ed.). Nueva York: St. Martin’s Press.
9. Adler, J. (1998, 14 de septiembre). En línea y desanimado. Newsweek, 84; Harmon, A. (1998, 30 de agosto) Solitario y triste mundo descubierto en
el ciberespacio. The New York Times.
10. Manzur, A. C. (1990). Controlando la tecnología. En A. H. Teich (Ed.) La tecnología y el futuro, Nueva York: St. Martin’s Press.
11. Martin, N. (1995, septiembre). Adiós a los pechos perfectos. Health, 9(5).
12. Stivers, R. (1994). The culture of cynicism (La cultura del cinismo). Oxford, UK: Blackwell Publishers.
13. Wiens, A.E., & Wiens, K. S. (1996), op. cit.
14. Berry, T. (1990). Triunfalismo tecnológico. LAPIS, issue eight.

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